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Foto del escritorAna Lucia Acosta B. @unpuentereiki

Estrés y sobrepeso: No fue la NAVIDAD, se llama ANSIEDAD

Actualizado: 15 may 2020


La artista, canal y terapeuta estadounidense Colette Baron – Reid en su libro Weigth Loss for People Who Feel Too Much  -Adelgazamiento para personas hipersensibles – Harmony, 2013 -, expresa cómo el asumir empáticamente el estrés emocional de quiénes nos rodean favorece el incremento del peso. Los factores estresores, el aumento del cortisol y la adrenalina en nuestra sangre, así como las dificultades pare conciliar el sueño, ralentizan nuestro metabolismo lo que conlleva a la acumulación de grasa especialmente a nivel abdominal. Nos dejamos echar un cuento: Un cuento de Navidad Quizá este texto sea un homenaje póstumo a la sensatez y parezca por tanto que llega tarde, sin embargo, nunca es tarde para observar conscientemente y a veces es mejor en retrospectiva, sin el candor del momento “navideño” en el cuerpo.  La verdad, nos hemos dejado “echar un cuento”, un cuento de repetición automática, como los estribillos de los villancicos mal cantados,  ¿es la NAVIDAD ES UN MOMENTO DE PAZ? pues no, casi nunca.  Y aunque de fondo la noción simbólica y energética profunda de ese momento del año sea esa, en nuestra cultura la noche de paz viene aderazada con una lista interminable de ingredientes de ansiedad. “Tengo qué” “debo” “necesito” “ahora o nunca” “este año sí” “y qué tal si no”, imperativos que aluden a una salida del tiempo presente, inconsciente y por lo tanto de compulsión por la repetición, exigencias aprendidas y fomentadas interna y externamente por un sin fin de necesidades “creadas”, leáse bien: creadas más no creativas. Fortalecido el llamado cultural, insano y complaciente de que en este tiempo hay que: “DAR GUSTO Y EVITAR DISGUSTO”  aparece en hombres, mujeres y niños una suerte de silenciosos pero notorios estragos psíquicos, físicos y económicos.  No nos mintamos, el cierre del año implica un duelo que puede ser consciente, gozoso y renovador, pero duelo es duelo y por las inclemencias de la aceleración en los tiempos cotidianos suele ser pesado, irritante y agotador. No hay tiempo para RESPIRAR, ni DESCANSAR, no hay tiempo para la pausa. Por el contrario, aparecen las demandas inflexibles de un sistema interno,  familiar y de consumo que se torna despiadado a la hora de solicitar los mayores “éxitos” en el regalo, el atinar a la mejor promoción, al mejor empaque y al mejor traje. No hay inmunidad suficiente  y aunque todos los grupos poblacionales podemos encarnar con facilidad este “cuento de navidad”,  somos las mujeres en todas las edades y estratos, quienes sin darnos cuenta o incluso dándonos cuenta, especialmente en estas épocas de nacimientos, renacimientos y alumbramientos mal entendidos, caemos con facilidad en el tejido estresor y constrictor, que aumenta los niveles de cortisol. Pero ojo, los hombres no están invictos, observen también su nivel de vitalidad,  incluso observen el uso de su cinturón, hay mucho más que poner en cintura que la economía del hogar. En su libro: Las Diosas nunca envejecen (Urano 2015), la ginecóloga y sanadora norteamericana, Cristiane Northrup, narra cómo tras una noche acompañando a un amigo en una sala de urgencias por un cuadro clínico indeterminado, tras una larga espera sin recibir atención oportuna, al día siguiente pesaba un kilo y medio más. Son las toxinas que produce nuestro cuerpo en mecanismos naturales de defensa ante situaciones adversas las que a la larga afectan más nuestro sistema corporal e inciden en el deterioro celular. “Cuando el cortisol y la adrenalina, se encuentran en número elevado en el organismo de manera crónica, debido al estrés físico o emocional constante, provocan la inflamación de las células, que es la causa principal de todas las enfermedades degenerativas crónicas, incluido el cáncer” No es la hojuela, la natilla ni el buñuelo Es la forma de relación con nuestras emociones y la digestión de las mismas lo que incide muchas veces en el sobrepeso. Se trata de la carga emocional puesta en todo ser humano desde su infancia y la demanda colectiva de complacer al otro y ser complacido y completado por el otro. ¿Cuántas riñas, suspiros y tensiones, a la hora de revisar presupuestos, listas de regalos, destinos de viaje o la decisión del lugar dónde pasar la noche buena o el año nuevo?, asuntos todos que por alguna sutil o estridente resonancia, terminan activando la herida de niños y niñas en el corazón de todo adulto.  Es necesario ser acogidos, contenidos, abrazados más allá de la idealización cultural que nos invita a pretender abrazar al mundo entero, es decir, ser acogidos y aceptados por nosotros mismos. Más allá de la urgencia de “ser amados” por todos como todo un “dios humanado”. Estas pretensiones inconscientes minan más la salud y el metabolismo, que unas buenas viandas en grata y sincera compañia, entregando desde el corazón, en amor y alegría lo que se ES, más que lo que se TIENE. Basta de los mal llamados regordimientos, no fue la Navidad, se llama Ansiedad, es cultural, silenciosa y no respeta época del año.  Démonos más noches buenas, días gratos, placeres conscientes y quizá de aquí al próximo diciembre algo nuevo realmente nazca, no sólo en nuestra visión, también en nuestros cuerpos, en nuestra salud y en la forma de relacionarnos.

ANA LUCIA ACOSTA B. Maestra y Terapeuta Reiki Comunicadora Social – Periodista

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